A principios de la década de los cincuenta, muy poca gente ejercía el arte de la conducción de carruajes. Por suerte para la generación actual, en muchos países de todo el mundo se formaron sociedades de conducción de caballos gracias a unos pocos entusiastas muy entendidos. Sus adeptos crecieron superando todas las expectativas, asegurando así que las tradiciones del enganche y de la conducción correctos y seguros se mantuvieran para las generaciones futuras.