«Cuando llego a Cracovia siento algo especial: me transformo.Demasiado débil para no sucumbir a los encantos de esta bella ciudad,como si de un Don Juan o un Casanova se tratase. Este estado deenamoramiento perpetuo dura ya muchas décadas, desde aquella primeravez en la infancia cuando visité la ciudad en excursión escolar a latierna edad de 10 o 12 años». La autora nos describe los encantos deuna ciudad histórica y deslumbrante.