Frente al culto desmedido a la verdad de los victorianos, el autor reivindica la mentira en términos nietzscheanos y posmodernos, la mentira que se identifica con los relatos urdidos por la humanidad desde tiempos inmemoriales para articular la experiencia en comunidad. La mentira es un arte, y el arte, sólo la versión más sofisticada de la mentira. Además el arte realmente valioso exhibe su hegemonía sobre la vida y la naturaleza, sus imperfectas imitadoras.