AA.VV
Los autores del texto parten del denominador común de considerar la salud, y en particular la salud laboral, como un indicador de la democracia. Bajo tal perspectiva, los datos sobre siniestralidad laboral confirman y redundan en un déficit democrático en las sociedades avanzadas. Y si se analiza el discurso sobre la salud, cuya supuesta modernidad no evita la magia ni la unilateralidad, es fácil concluir que las políticas sanitarias y preventivas son, ante todo, un simulacro.