El Hierro en estos años era uno de los rincones socialmente más crueles del Archipiélago y así lo refleja el autor en un conmovedor relato donde no sólo narra, desde un punto de vista descriptivo, las penurias de sus habitantes, sino que con gran sinceridad profundiza y denuncia todas aquellas cuestiones con las que ideológicamente se encuentra enfrentado.
Abandonada por los organismos oficiales exteriores y restringido su desarrollo por el entramado político caciquil que regía los destinos insulares, la isla de El Hierro se le presenta a Florencio Sosa como un mundo de contrastes.
