Que fácil es tener suerte y que difícil es apreciar, conservar y proteger lo que la suerte te ha ofrecido y después, cuando ya vas llegando al final del camino de la vida, poderle devolver parte de lo que ella te ha regalado y quedar en paz consigo mismo al darte cuenta qué lo regalado es un bien preciado que hay que conservar y cuidar como si fuese el mejor de los tesoros. El tiempo es inexorable y tarde o temprano se alía con el destino para que, los malos paguen por sus actos, solo hay que dejar que transcurra y en el mejor de los casos, tener la suerte de poderlo presenciar. Todo esto y más, le ocurrió a José Castro y seguro que lo hizo en memoria de una mujer muy especial llamada África.