"El mito -dice Thomas Mann-, es el ropaje del misterio". Si algo ha excitado la producción humana, esto ha sido lo desconocido. Las manifestaciones culturales -los mitos, y la simbología alquímica incluso- dan cuenta de cómo toda producción se catapulta sobre el resorte del enigma del orígen. En Psicoanálisis del fuego, dice G. Bachelard: "es un fenómeno privilegiado que puede explicarlo todo, si lo que cambia con lentitud se explica por la vida, lo que cambia rápidamente se explica por el fuego". Intimo y universal, siempre latente, se extiende más allá de la vida, habita tanto el cielo como los corazones; "Llega -prosigue- a lo más hondo de la materia y se entrega como un amor". El fuego contiene al odio así como a la venganza. En la mitología, el fuego -que para Raynier (1787) obra por sí mismo, "todo lo anima, a quien todo debe su ser, principio de la vida y la muerte, de la existencia y la nada"- es propiedad de los dioses, pero no es un dios (ni Hefesto, ni Prometeo lo eran), al contrario que Hýpnos. Si el fuego alumbra el Olimpo, Nix (también Nicte), era la desdichada diosa de la noche que r