El 12 de julio de 2006 Hezbolá cruza la frontera entre el Líbano e Israel y secuestra a dos soldados. Esta agresión es condenada unánimamente por la comunidad internacional. El gobierno israelí tiene el derecho de su lado y, hecho excepcional, una opinión pública enteramente favorable, presa de una oleada de patriotismo. Todo justifica una reacción de envergadura. Pero, mezclando indecisión y baladronadas, improvisación e ideología, los políticos y los generales israelíes desaprovecharán una ocasión histórica. Aún peor, a primera vista Hezbolá sale reforzado del conflicto. Y llega el momento de las explicaciones.