Después de haber sido rescatada, Helena la de Troya le aconsejaba a Menelao, su marido: Si quieres castigar a Paris por haberme raptado, está bien, cástralo. Se lo merece. Pero ojo: si vas a castralo, no te equivoques y córtale los dedos de las manos. Yo sé por qué te lo digo.