"Venero de imaginación, creatividad e ingenio, La luz de la sangre habla de lo que podríamos llamar la Verdad de la muerte que acontece in ictu oculi: límite irrepresentable, que percute la angustia y catapulta todo suerte de andamiajes y añagazas imaginarias con que velar semejante abismo. De ello da cuenta el inquietante y solitario Torcuato de Medinilla, accitano judeoconverso devenido caballero del Santo Sepulcro, implicado en la ardua tarea de hacerse con el oro perteneciente a los incas del Tawantinsuyo. Las innumerables aventuras en las tierras del Inti, su relación sentimental con la joven Miquita, su regreso con el oro a una Sevilla, confusa y decadente, con la peste como telón de fondo; y su insólita muerte envuelto en oro, como si de un rito de los reyes del El Dorado se tratara, ponen de manifiesto una sorprendente concepción místico-cabalística de la vida. El conjunto -cuyo aldabón de apertura y cierre es una insólita conversación entre cadáveres desde el lugar del no-tiempo, de la muerte- constituye un magistral símbolo que resalta el patetismo y la futilidad de las ambiciones terr