El autor efectúa el viaje en varias etapas, y de cada una, casi de cada instante transcurrido, antoa pinceladas, breves percepciones que pretenden trasmitir al lector la quietud que le ha motivado, paradójicamente, a emprender un camino del que espera que le enseñará o le ayudará a perfeccionarla. La mayor libertad, establece desde el inicio, reside en no conocer a nadie. El viaje que emprende se basta a sí mismo, no requiere motivos. Desea encontrarse en el camino: saber quién pudo haber sido, quién quiere ser, quién es en definitiva.
