Una novela de estructura exacta y sintética y estilo conciso e intensamente expresivo, matizado por el humor y la ironía. Un verano en Camprodón, localidad de veraneo tradicional en el Pirineo catalán, la entrada del protagonista en el universo social cerrado con el que soñaba, su iniciación sexual y afectiva y el amargo descubrimiento de la vida adulta sirven al autor para hacer un retrato descarnado de un grupo social -la burguesía barcelonesa que veranea en el Pirineo-, aprovechando la perspectiva cambiante de la adolescencia. El protagonista de Placeres ficticios, un joven de dieciocho años, quiere un imposible: analizar la pequeña sociedad que forman los veraneantes de Camprodón y, al mismo tiempo, ser uno de ellos, formar parte de un grupo al cual atribuye prestigios sociales y culturales desmesurados. La realidad le descubrirá lo vano de su investigación, la mezquindad que oculta esa sociedad burguesa y las trampas sentimentales de que ha sido víctima. Con todo, algo habrá aprendido el joven Frederic Garriga, y, como en todo bildungsroman o novela de iniciación, el desengaño y la decepción constituirán la enseñanza mayor de ese verano y un factor decisivo para su ingreso en la vida adulta.Placeres ficticios fue publicada originalmente en catalán, a finales de 1991, y de inmediato llamó la atención de la crítica y de los lectores. Pocas veces una primera novela ofrece una estructura tan exacta y sintética -heredera de la mejor narrativa francesa del siglo XIX, de la que el autor es reconocido especialista- y un estilo a la vez conciso e intensamente expresivo, matizado por el humor y la ironía. El texto que publicamos es la versión castellana escrita por el mismo autor, que ha introducido notables modificaciones con respecto al original.