Anda y anda vagando por ahí, hasta un rato antes de que empiece la alborada. En este momento, le vuelve el miedo y vuelven sus manos a ponerse rojas como el corazón de una sandía.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información