La locura juega con nosotros. Estira, deshace, retuerce la figura que creíamos real, esa que se nos antojaba verdadera, sana, limpia. En sus manos lo somos todo o no somos nada. Sobrevuela estos relatos oscuros y hermosos, creando un tablero de personajes alucinados, atmósferas foscas, sucesos extraños. Porque la locura, al fin y al cabo, es una dama caprichosa y gótica, sombría y brutal, y nosotros no somos más que el hilo en sus juegos de cordel.