¿Qué puede pasar cuando un padre descubre que su hijo de once años ha sido forzado a fumar maría en el patio del colegio? ¿Cómo
	reacciona un padre cuyo hijo adolescente es sometido a un vil chantaje por parte de la dirección de un centro escolar, con drogas de por
	medio? ¿Y si la policía entrara de improviso en una de nuestras escuelas? ¿Hallaría drogas si registrara a fondo? La realidad y la ficción se
	entremezclan en esta insólita novela basada en un hecho real, que el autor aprovecha para denunciar, sumándose así a la protesta popular
	que reclama más atención al tema de las drogas en los centros escolares. No querer ver o reconocer una realidad que nos avergüenza no
	significa otra cosa que una irresponsabilidad, o peor aún, un encubrimiento. Cerrando los ojos sólo apagamos la conciencia propia, pero el
	problema sigue ahí. Este libro se las trae. El autor se cubre las espaldas llamando ficción narrativa a todo aquello que puede parecer más
	inverosímil, aunque lo deseable sería que toda la novela lo fuera.